Y sobre las últimas declaraciones de la Vestal de la Igualdad, voy a continuar dando mi opinión sobre el asunto apelando a un penoso recuerdo de mi propia experiencia. Y debo pedir de antemano disculpas a los asistentes al foro, pues si bien el episodio que voy a relatar es estrictamente real, no está exento de crudeza.
Hace muchos años, disponiendo de un número de sestercios, digamos, escaso, fui a trabajar a una capital de provincia, y allí conseguí alquilar un habitáculo luminoso en un barrio bastante lúgubre. Un día, al volver a casa, encontré en el portal un edicto, firmado por el presidente de la comunidad de vecinos, que contenía, me temo, esta admonición textual: “se recuerda que está prohibido defecar en la escalera”. Sin duda el presidente de la comunidad tenía buenos motivos para publicar tal aviso, pero al hacerlo estaba extendiendo cierta sospecha sobre todos los inquilinos del edificio, cuando (con la excepción de uno, supongo) no albergábamos la menor intención de poner en práctica tal actividad,
Creo que los carteles de “establecimiento libre de maltratadores” propuestos por la Vestal, así como otros que proclamaran que los establecimientos en cuestión están, asimismo, libres de pederastas o destripadores, y en general todo el enfoque de la “violencia de género” funcionan de manera similar al del edicto de mi malhadado edificio. En todos los casos, ante la reprobable actuación de un individuo, o de individuos aislados, se extiende la sospecha sobre todo un colectivo al que ese individuo pertenece, en mi caso, los vecinos de mi inmueble, en el de la Vestal, todos los hombres. Y al hacerlo, de manera implícita se está estableciendo que el mal no está en el individuo concreto, sino en alguna cualidad que es compartida por todos los miembros del grupo. A partir de ese planteamiento, es lógica la pretensión de educar y modelar a todo el grupo, aunque la inmensa mayoría de sus integrantes no lo necesiten en absoluto, en lugar de actuar meramente hacia los individuos que cometen el mal.
Creo que este tipo de errores son comunes cuando no se toma como unidad de medida la persona, sino sus agregados. Yo, personalmente, creo que no necesito ser educado por la Vestal en ese sentido, como, ocioso es decirlo, no necesitaba en su momento serlo por el funesto presidente de la comunidad de vecinos, y con esto dejo momentáneamente zanjado el asunto.
Hace muchos años, disponiendo de un número de sestercios, digamos, escaso, fui a trabajar a una capital de provincia, y allí conseguí alquilar un habitáculo luminoso en un barrio bastante lúgubre. Un día, al volver a casa, encontré en el portal un edicto, firmado por el presidente de la comunidad de vecinos, que contenía, me temo, esta admonición textual: “se recuerda que está prohibido defecar en la escalera”. Sin duda el presidente de la comunidad tenía buenos motivos para publicar tal aviso, pero al hacerlo estaba extendiendo cierta sospecha sobre todos los inquilinos del edificio, cuando (con la excepción de uno, supongo) no albergábamos la menor intención de poner en práctica tal actividad,
Creo que los carteles de “establecimiento libre de maltratadores” propuestos por la Vestal, así como otros que proclamaran que los establecimientos en cuestión están, asimismo, libres de pederastas o destripadores, y en general todo el enfoque de la “violencia de género” funcionan de manera similar al del edicto de mi malhadado edificio. En todos los casos, ante la reprobable actuación de un individuo, o de individuos aislados, se extiende la sospecha sobre todo un colectivo al que ese individuo pertenece, en mi caso, los vecinos de mi inmueble, en el de la Vestal, todos los hombres. Y al hacerlo, de manera implícita se está estableciendo que el mal no está en el individuo concreto, sino en alguna cualidad que es compartida por todos los miembros del grupo. A partir de ese planteamiento, es lógica la pretensión de educar y modelar a todo el grupo, aunque la inmensa mayoría de sus integrantes no lo necesiten en absoluto, en lugar de actuar meramente hacia los individuos que cometen el mal.
Creo que este tipo de errores son comunes cuando no se toma como unidad de medida la persona, sino sus agregados. Yo, personalmente, creo que no necesito ser educado por la Vestal en ese sentido, como, ocioso es decirlo, no necesitaba en su momento serlo por el funesto presidente de la comunidad de vecinos, y con esto dejo momentáneamente zanjado el asunto.
7 comentarios:
Salve Callo & Co.
Heme aquí por fin y, por Júpiter, que tus acertadas exposiciones sobre las ocurrencias de la Vestal Igualdad consuelan mi desamparo ante las estupiditas de génerum del Emperador y sus secuaces. Pongo en tu conocimiento que ingentes multitudes de féminas romanas nos sentimos ultrajadas cuando el grado de poder al que arriban en el Imperio los especímenes de nuestro mismo sexo es inversamente proporcional a sus conocimientos de las enseñanzas de los sabios y al sensus communis.
Ante semejante perspectiva, prefiero que mi indefensión como femina vulnerablis sea combatida por un gladiator musculosum antes que por pseudo-Vestales con graduación de la ESUM, como multum.
A falta de mejor iluminacion, voy a sacrificar un corderito por la salvación del Imperio. En el noticiarium comprobarás si este acto ha tenido algún resultado.
No puedo dejar de comentar que es loable el empeño del amicus Paco Pinilla en la defensa de la Vestal Igualdad, pero no me convencen sus disculpas porque soy de la opinión de que al Foro Romano se viene uno ya leído. Los experimentos políticos sólo con umores gaseosos, por favor.
Patientia, patientae
Salve al fin, Viperina, especialmente si eres quien creo que eres, recién llegada de Lutecia (y si no es así, eres igualmente bienvenida)
Me reconforta contar con apoyo de mujeres cuando hago este tipo de comentarios, porque las feministas suelen emplear el recurso de convertir en afrentas a su sexo las críticas que se hacen a sus personas, convirtiendo de este modo a los que tales críticas emiten en machistas y ahorrándose así el esfuerzo de rebatirlas con argumentos.
Ave atque vale
Quizás ésa sea la intención, Don Callo. Utilizar la igualdad como sinónimo de generalidad: todos los hombres son iguales.
Indignada me hallo yo también.
Salve Striostrea, ayer me costó un poco reconocerla sin el retrato. Pues sí, la formulación del Dogma de la Igualdad parece resumirse ese “todos los hombres son iguales” que parece salido de Gracita Moralum.
Me han gustado mucho sus comentarios en Monsieur y, con su permiso, he puesto un link en el mío.
Me gusta la originalidad del Imperio Romano que impera en este foro.
Saludos a todos y viva la igualdad que teníamos antes y ahora nos la han atrofiado. A la ley me refiero.
Bienvenido a este foro, aguijón (en latín aculeus, que no acaba de sonar muy bien).
Te agradezco tus comentarios (en este foro solemos emplear el tuteo, que queda más romano) y por supuesto, puedes poner un link en tu foro hacia éste si así lo deseas.
Ave
Ave crem Callo.
Es fortisumus lo que cuentas sobre tus vivencias en una domus defecatus. Ahora te admiro más sabiendo lo que has sufrido en tu iuventus y comprendo también el difícil papel que tiene Tulia Germánica conviviendo con un ser que ha vivido episodios tan traumáticos. No es extraño pues que huya de vez en cuando a tierras lejanas para practicar esas extrañas danzas béticas, ni que persista en el juego de la bola y la red, ni que meta los muslos en la thermomix. Ahora Claudia y yo nos lo explicamos todo y, emocionados y compungidos, os mandamos un fuerte abrazo a ambos.
Respecto al peregrino plan de la Vestal de la aequalitas de poner edictos por doquier que digan “establecimiento libre de maltratadores”, en efecto me siento profundamente insultado, como creo que lo estamos el XCIX, XCIX por C de los ciudadanos de Hispania que no maltratamos a las féminas, ni defecamos en las domus, ni escupimos en las tabernas, ni robamos los bolsos a las féminas vetustas y por tanto no necesitamos que semejante indocumentada nos haga un tacto genital, uno más, como es costumbre en este gobierno tan dado a tactos genitales e incluso rectales, recordándonos que está muy feohacer lo que no hacemos.
Quizá sería más provechoso para ella y para todos que pusiera ese edicto frente a la domus de su colega Jesús Eguguren, el aspirante a sabinita, ya que el la domus, propiamente dicha, no lo puede poner.
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