domingo, 22 de junio de 2008

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Estaré una semana ausente. El foro queda a vuestra disposición.
Salud.

jueves, 19 de junio de 2008

CONVERSACION EN EL FORO

Por su interés, reproduzco textualmente una conversación mantenida ayer en el foro, que ayuda a aclarar algunos conceptos.
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Apóstolos Genitalis:
Ave crem, Callo.
Como descendiente de sabinos de pura raza sabina (desde al menos hace CD años -como puedo demostrar por las inscripciones encontradas en un templo de mi aldea sabina y que serían la envidia de muchos que ejercen de sabinos puros sin serlo y de otros que simplemente aspiran a ser admitidos en la tribu pese a la impureza de su sangre- pero siendo un sabino que se resiste a pasar por el aro del sabinismo de Sabino, y valga la redundancia, miedo me da el nuevo rumbo que quiere dar a la galera pepera Basagoitus Interruptus.
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Callo Tácito:
Salve Apóstolos, es un placer verte por el foro.
Debo aclarar que siempre que digo “sabinos” me estoy refiriendo a los fanáticos nacionalistas que gobiernan aquéllas tierras, seguidores de un orate racista que edificó sus teorías sobre el decoro de las distintas danzas regionales y otros asuntos de similar relevancia, y no a los que como tú habéis nacido allí, y sois descendientes de otros que allí vivieron mucho tiempo antes que tú. Jamás se me ocurriría llamaros a todos por el mismo nombre, y mucho menos que éste fuera el de “sabinos”. De hecho, un ferviente sabino puede haber nacido, digamos, en la Bética, y con frecuencia estos son los peores.
De modo similar, cuando hablo de los samnitas me refiero a los nacionalistas de aquella zona, y no a todos sus habitantes. Y ocurre que todos estos nacionalistas, tan orgullosos de las diferencias que respectivamente se han inventado, son muy parecidos entre sí, del mismo modo que los más radicales forofos de dos aurigas rivales del hipódromo son prácticamente indistinguibles.
Y lo que el Procónsul y Basagoitus Interruptus parecen querer hacer es flexibilizar sus convicciones para hacerlas compatibles con un eventual pacto con los sabinos, que estiman necesario para alcanzar el poder. Y esto es un problema derivado de la legislación de los comicios, que da a los sabinos y samnitas un poder desmesurado, y del propio valor del nacionalismo como mercancía de venta a los ciudadanos, dado que desde que nuestras madres nos trasmitían en la infancia que éramos más listos y más monos que los demás, generalmente sin fundamento, a todos nos gusta que nos revelen que somos diferentes y mejores que el resto, especialmente si no nos cuesta esfuerzo.
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Apóstolos Genitalis:
En efecto, Callo, siempre me he considerado un vascón y me alegro de que me aclares los términos que utilizas. Los vascones y los sabinos cada vez tenemos menos cosas en común y no veas cómo les fornica a los segundos que les recordemos que somos tanto o más vascones que ellos. Especialmente los que procendentes de otras partes de Hispania y deseosos de verse aceptados pr la tribu -cosa que nunca conseguiran, pues siempre serán para la tribu ciudadanos de segunda, "como los germanos en Maiorca" que dijo Javi "manus sanguinis" Arzallus- someten sus nombres a cirugía onomástica para tratar de borrar lo imborrable: sus orígenes y su profunda imbecílitas.
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Y para finalizar, una perla de Dómina Cupa: "casi nadie parece entrar en éxtasis como ella (la Vestal) entra cuando habla del "nuevo modelo de gladiador", que parece ser un cruce entre Cristina Almeidae y el orador Antonio Galax"


martes, 17 de junio de 2008

LA ENMIENDA DEL PROCONSUL

Hasta los pasados comicios, predominó en Roma la llamada crispatio, cuyo origen era el siguiente. Es sabido que el Emperador y sus adeptos no perciben la realidad tal y como lo hacen los no iniciados, sino sólo aquélla parte que encaja en sus Sagradas Imágenes, consiguiendo de este modo trascenderla y flotar en las capas superiores del éter. Y es por eso que el Emperador y sus devotos consideran de mal gusto, y aún de mala idea, que se les recrimine por lo que ocurre en el inframundo de la realidad, que es precisamente lo que hacían el Procónsul y sus seguidores. Pues éstos reprochaban sin parar al Emperador, por ejemplo, que pactara con los feroces asesinos sabinos o que aprobara un estatuto para los samnitas que viola la Constitución romana, sin darse cuenta que todo eso ocurría meramente en la realidad y no en el éter. Y de este modo conseguían que el Emperador se enfureciese y enviase a Cucúmbero Albo y a la Sibila de Cumas para flagelarlos. Así, por culpa del Procónsul, se desataba la crispatio

Pero tras los pasados comicios, el Procónsul pareció sufrir una revelación y comenzar a atisbar los sublimes niveles del éter solo accesibles hasta ese momento al Emperador y sus prosélitos. Y desde ese privilegiado lugar que comenzaba a ver se dio cuenta de lo injusto que había sido hasta ese momento, pues desde allí la grosera realidad no se percibe en toda su crudeza, sino como si estuviera matizada por un halo rosa. Y así, por ejemplo, desde el éter los sabinos y samnitas son percibidos como fieles, aunque vehementes, defensores de sus costumbres oprimidas, lo que, de paso, permite considerarlos como idóneos socios en caso de un eventual acceso al poder. Y en este proceso el Procónsul se vio ayudado por algunos subalternos que también comenzaban a ver la luz. Y este fue el caso de Basagoitus, que decidió poner fin al hostigamiento que hasta entonces los seguidores del Procónsul mantenían contra los sabinos, y que por eso fue conocido como Basagoitus Interruptus. Y así el Procónsul y Basagoitus comenzaron a plantear enmiendas en sus ponencias a fin de que éstas fueran más tolerantes con los sabinos. Y, simultáneamente, decidieron prescindir de todos aquéllos cuyos ojos se mantenían obstinadamente ciegos a todo aquello que no fuera la cruda realidad.

Y así, ante estas enmiendas, el Emperador y sus adictos han comprobado que efectivamente el Procónsul y algunos de sus seguidores se han enmendado, y se regocijan de su llegada al éter como los cristianos celebran el retorno del hijo pródigo, aunque algunos piensan que será el Procónsul quien acabe desempeñando el papel de cabrito sacrificado. Pero mientras tanto, éste disfruta de los preparativos del banquete, y de los parabienes de los que hasta ahora lo atacaban con fiereza. Y hoy mismo el avieso Piscis, que fue nombrado Alto Comisionado de las Víctimas con el fin de proteger al Emperador de éstas cuando negociaba con los crueles asesinos sabinos, se ha congratulado de la revelación del Procónsul y ha aprovechado para hostigar a los demonios que se obstinan en permanecer en el infierno de la realidad.

lunes, 16 de junio de 2008

ALGO MÁS SOBRE LA VESTAL DE LA IGUALDAD

Y sobre las últimas declaraciones de la Vestal de la Igualdad, voy a continuar dando mi opinión sobre el asunto apelando a un penoso recuerdo de mi propia experiencia. Y debo pedir de antemano disculpas a los asistentes al foro, pues si bien el episodio que voy a relatar es estrictamente real, no está exento de crudeza.

Hace muchos años, disponiendo de un número de sestercios, digamos, escaso, fui a trabajar a una capital de provincia, y allí conseguí alquilar un habitáculo luminoso en un barrio bastante lúgubre. Un día, al volver a casa, encontré en el portal un edicto, firmado por el presidente de la comunidad de vecinos, que contenía, me temo, esta admonición textual: “se recuerda que está prohibido defecar en la escalera”. Sin duda el presidente de la comunidad tenía buenos motivos para publicar tal aviso, pero al hacerlo estaba extendiendo cierta sospecha sobre todos los inquilinos del edificio, cuando (con la excepción de uno, supongo) no albergábamos la menor intención de poner en práctica tal actividad,

Creo que los carteles de “establecimiento libre de maltratadores” propuestos por la Vestal, así como otros que proclamaran que los establecimientos en cuestión están, asimismo, libres de pederastas o destripadores, y en general todo el enfoque de la “violencia de género” funcionan de manera similar al del edicto de mi malhadado edificio. En todos los casos, ante la reprobable actuación de un individuo, o de individuos aislados, se extiende la sospecha sobre todo un colectivo al que ese individuo pertenece, en mi caso, los vecinos de mi inmueble, en el de la Vestal, todos los hombres. Y al hacerlo, de manera implícita se está estableciendo que el mal no está en el individuo concreto, sino en alguna cualidad que es compartida por todos los miembros del grupo. A partir de ese planteamiento, es lógica la pretensión de educar y modelar a todo el grupo, aunque la inmensa mayoría de sus integrantes no lo necesiten en absoluto, en lugar de actuar meramente hacia los individuos que cometen el mal.

Creo que este tipo de errores son comunes cuando no se toma como unidad de medida la persona, sino sus agregados. Yo, personalmente, creo que no necesito ser educado por la Vestal en ese sentido, como, ocioso es decirlo, no necesitaba en su momento serlo por el funesto presidente de la comunidad de vecinos, y con esto dejo momentáneamente zanjado el asunto.

viernes, 13 de junio de 2008

LA VESTAL DE LA IGUALDAD

En estos días se habla mucho por el foro de las primeras actuaciones de la Suprema Vestal del Dogma de la Igualdad, mujer provista de un hermoso rostro no exento, en opinión de algunos, de dureza. Y es este Dogma uno de los principales pilares de la política del Emperador, al cual dedica grandes esfuerzos, lo que muchos ciudadanos no acaban de entender.

Y es cierto que hace algún tiempo en Roma el status de las mujeres era inferior al de los hombres, e incluso aquéllas necesitaban el consentimiento de éstos para determinados negocios jurídicos. Pero hace tiempo que esta forma de pensar fue superada, y ahora a las personas civilizadas no se les ocurre plantearse que el sexo sea una condición de la que derive una especial capacidad, o que pueda constituir un motivo de privilegios, aunque no ocurre del mismo modo fuera del limes. Y esta nefasta costumbre de atribuir diferencias a circunstancias irrelevantes, los únicos que la siguen practicando dentro de Roma son los sabinos y samnitas, para los que la inclusión en sus respectivas castas, y el uso de sus respectivas lenguas, significa la atribución automática de unas virtudes mágicas, y la posesión de un status superior al del común de los ciudadanos.

Y hay algunos que creen haber observado que es el propio Emperador quien parece pensar que las mujeres son naturalmente inferiores a los hombres, y por eso las trata de una manera condescendiente y paternal. Y quienes esto dicen, afirman que el Emperador con frecuencia revela inadvertidamente esta forma íntima de pensar. Y así ocurre, por ejemplo, cuando con tono de magnanimidad se declara defensor de las mujeres, como si éstas necesitaran ser defendidas por él. O como cuando posa para la realización de retratos, estatuas y bajorrelieves rodeado de todas sus colaboradoras como si se tratara del britano 0-0-VII. O, también, cuando se refiere al trabajo realizado por estas mismas colaboradoras con un tono paternal diciendo “y qué bien funcionan ellas”

En cualquier caso, en su afán de proteger a las mujeres, el Emperador se encarga de rodearse de colaboradoras cuyo único mérito parece residir en su condición femenina, con lo que consigue atribuir consecuencias, aunque en principio sean favorables, a cualidades irrelevantes tales como el sexo, con lo que se restaura el vicio original que parecía haber desaparecido. Y, por otra parte, al obrar así elimina la consideración de cualidades que sí deberían ser relevantes a la hora de discriminar a los candidatos para un determinado puesto, como son el mérito, la preparación y la capacidad, con lo cual se termina de trastocar la lógica de las cosas.

Y un ejemplo en el que parece que una cualidad irrelevante, es decir, el sexo, ha sustituido a otra relevante, es decir, la capacidad, a la hora de elegir a un colaborador, lo constituye el nombramiento de la Vestal de la Igualdad, cuya pureza es tal que no ha sido mancillada en absoluto por el estudio ni el conocimiento, y cuyo currículum vitae semeja un desierto ocupado únicamente por la consagración a Terpsícore, tal y como es interpretada en la Bética hispana.

miércoles, 11 de junio de 2008

LA ALIANZA DE LA CIVILIZACION Y LOS BARBAROS (II)

Contábamos el otro día cómo se había llegado a una singular situación en la que al Emperador de Roma no le gusta Roma, sin que él aprecie ninguna contradicción en el asunto. Pero en esto coincide con muchos reinos bárbaros a los que tampoco les gusta Roma, y de este modo pudo fraguarse una Alianza entre Roma y aquellos que desean ver destruida Roma.

Y los primeros hacia los que el Emperador dirigió su propuesta fueron los persas, que consideran a Roma una pústula corrompida que debe ser cauterizada cuanto antes, y que se apresuraron a participar en la Alianza al considerar que les sería útil en su proyecto de exterminar a los judíos, hacia los que experimentan una ancestral antipatía. Y el Mauritino, principal embajador del Emperador, fue enviado a las tierras de los feroces númidas, que suelen acogerlo con agrado por llegar siempre cargado de sextercios y con buena disposición a repartirlos, y que en su extraña lengua lo llaman malindi botondo y también calvo oblongo de Alba Longa.
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Y, finalmente, fueron enviados mensajeros en todas las demás direcciones y hacia los más remotos reinos. Y la respuesta con que era acogida la propuesta del Emperador era variada, pues mientras unos gobernantes se reían y tomaban el asunto a broma, otros se limitaban a despachar a los mensajeros con unas palmaditas en la espalda. Y desde más allá del Danubio, donde gobierna un fiero bárbaro de ojos rasgados y piernas zambas que recibe el nombre de Atila, llegó un saco conteniendo las cabezas de los emisarios que habían sido enviados hasta allí con la propuesta de Alianza. Y el Emperador se alegró y entendió que existía una buena predisposición hacia la Alianza por parte del bárbaro Atila, ya que, si bien había matado a los emisarios, al menos había devuelto las cabezas, y desde entonces se refirió a él como un hombre de paz.

lunes, 9 de junio de 2008

LA ALIANZA DE LA CIVILIZACION Y LOS BARBAROS (I)

Todo comenzó cuando el Emperador y sus adeptos se dieron cuanta de que no todos los habitantes del orbe eran iguales, y de que Roma era próspera mientras otros pueblos no tenían nada que llevarse a la boca. Fue así como el Emperador y sus fieles descubrieron, mediante una sencilla operación aritmética, que Roma estaba robando al resto de los pueblos, y que su prosperidad se basaba en la ruina de los otros. Y algunos insensatos intentaron rebatir esta conclusión afirmando que el motivo de la prosperidad de Roma radicaba en su elevado nivel cultural y en unas leyes y unas instituciones justas, y que, por ello, para que el resto de los pueblos prosperasen de modo similar sería conveniente que adoptaran la cultura romana, que había demostrado funcionar razonablemente bien. Pero el Emperador se enfureció con ellos, los llamó colonialistas, lo que no entendieron, y seguidores del procónsul, lo que entendieron perfectamente, y a continuación ordenó echarlos a las fieras.

Y desde entonces el Emperador es benévolo y comprensivo con todas las gentes, pues sabe que es Roma, y no ellas mismas, la verdadera responsable de todos sus actos, por atroces que sean. Y así, cuando los piratas cilicios asaltan una nave y degüellan a todos sus ocupantes, el Emperador comprende que la culpa es de Roma, que ha creado los océanos de injusticia por los que ellos navegan. Y, con argumentos parecidos, el Emperador entiende que es Roma la culpable de que los pérfidos hunos arrasen sus poblaciones, de que los persas se encuentren empeñados en convertir por la fuerza a todo el mundo a su religión, y de que los salvajes antropófagos se dediquen a la ingesta de viajeros desprevenidos. Y esta manera de pensar también la aplica el Emperador a lo que ocurre en el interior del limes, y por eso trata con benevolencia a los crueles asesinos sabinos, pues sabe que la verdadera culpable de sus actos es Roma, por la opresión que ha ejercido sobre ellos desde hace siete mil años.

Y llegado a este punto el Emperador se propuso realizar una gran Alianza entre la civilización de Roma y los bárbaros, y para no perder más tiempo decidió llamarla exactamente así. Y de esta Alianza sólo tenían que quedar excluidos los habitantes de Israel, pues el Emperador, recogiendo la opinión mayoritaria de sus fieles, había llegado a la conclusión de que, junto con Roma, eran los culpables de todos los males del orbe.

Y por todo esto algunos maliciosos afirman que ésta es, en realidad, una Alianza contra la civilización romana, y no acaban de entender que el Emperador y sus acólitos se permitan criticar el modo de vida romano en el que ellos parecen desenvolverse muy satisfactoriamente. Pero hay que recordar que los adeptos del Emperador practican el llamado Pasmo Bendito, mediante el cuál únicamente perciben la realidad que encaja en sus Sagradas Imágenes, y cuando aquélla no coincide en absoluto, sólo son percibidas éstas. De modo que cuando el Emperador y sus fieles critican Roma lo hacen únicamente con respecto a la grosera realidad en que se mueven los no iniciados, que el Emperador y sus acólitos desprecian. Y por esa misma razón, tampoco es contradictorio que un iniciado cualquiera critique el desigual reparto de riquezas en el orbe aunque él mismo disponga de ellas en abundancia, ya que el iniciado únicamente las acumula en el nivel inferior de la realidad, pero sin afectar al nivel superior del Bendito Pasmo (continuará)

jueves, 5 de junio de 2008

DE LA DISTANCIA ENTRE GOBERNANTES Y SUBDITOS

Recién llegado de peregrinación por tierras extrañas, me encuentro en esa situación en la que uno se pregunta por qué lo ha hecho, me refiero a volver, dado que los parajes visitados no sólo eran de una belleza sobrecogedora, sino que estaban habitados por mujeres de pelo como ala de cuervo, agresivas narices semejantes a la de Cleopatra, y que empleaban un peculiar tono impertinente al hablar, todo lo cual las hacía especialmente atractivas.

Y lo primero que tengo que contar es que el Emperador goza de cierto prestigio entre las gentes de otros reinos. Y esto creo que es debido a una deficiente circulación de la información, ya que, cuando a estos mismos que habían alabado al Emperador, les eran contados algunos aspectos concretos de su política, se les abrían los ojos desmesuradamente y se les ponía la boca en forma de “o”. Y así ocurría, por ejemplo, cuando se les decía que en muchas partes de Roma los niños no pueden aprender latín en la escuela, noticia que pedían que les fuera repetida, y ante la que, con frecuencia, realizaban un movimiento rotatorio del índice en la sien, como poniendo en duda, bien la cordura del Emperador, bien la del que aquello les relataba, bien la de ambos. Y debo decir que, vista desde la lejanía, a mi mismo esta realidad me resultaba aún más increíble que estando inmerso en ella, por lo que pienso que todas las personas tendemos a convertir en normal lo que sucede de forma cotidiana, por muy desmesurado o absurdo que resulte

Y, con la comodidad que proporciona la distancia, he podido reflexionar sobre una peculiar circunstancia relacionada con este hecho, que es la siguiente. Parece claro que si se hiciera una consulta entre todos los romanos, para que expresaran su opinión sobre si el latín debería o no ser libremente impartido a todos aquellos que así lo pidieran, LXXXV o XC de cada C se manifestarían decididamente a favor. Y, sin embargo, ayer mismo fue abucheada en el senado la única representante que se atrevió a defender esa posibilidad en público. Y esto revela que a veces los políticos defienden intereses contrarios a los de los ciudadanos que representan.

Y es cierto que el interés elemental de los políticos, y, de hecho, el único que concurre en una gran mayoría de ellos, es alcanzar el poder, y, en este ejemplo que he puesto, las leyes que rigen los comicios parecen predeterminar cuáles van a ser sus preferencias. Pues de acuerdo con estas leyes los votos se organizan por provincias, de modo que en aquéllas en que existen grupos que defienden intereses exclusivos de esas provincias, como ocurre con los separatistas sabinos o los samnitas, el reparto total de votos les resulta favorable. Y como tanto el Emperador como el procónsul saben que al final tendrán que pactar con ellos para gobernar, es normal que sus políticas tiendan a ser muy tolerantes con ellos, les guste o no a los que les votan.

Pero esto no acaba de explicar la cuestión, pues si bien los gobernantes saben que necesitarán el apoyo de sabinos, samnitas y grupos similares para alcanzar el poder, no es menos cierto que también necesitan el voto de los ciudadanos reunidos en comicios, por lo que, cabría suponer, tendrían que tenerlos satisfechos para que les proporcionasen estos votos. Pero si, como parece, resulta que los ciudadanos están votando a políticos que no les están representando en asuntos de importancia, resulta que se está produciendo algún error a lo largo del proceso.

Y éste parece encontrarse en que muchos ciudadanos acostumbran a votar a sus políticos con el mismo criterio que usan cuando apuestan en las carreras del hipódromo, es decir, optando por los colores de unos u otros aurigas. Y esto lo saben perfectamente tanto el Emperador como el procónsul, y el primero lo aprovechó durante años hasta que decidió hacerse Dios para simplificar el proceso. Y el segundo muestra intención de comenzar a hacerlo ahora.
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Y el primer síntoma que revela que los intereses de los políticos y los ciudadanos comienzan a divergir consiste en las palabras comienzan a perder su significado preciso y a estirarse para cubrir toda la fractura que se va abriendo. Y por eso el Emperador lleva tiempo encargándose de crear una nueva lengua, que sacrifica la precisión a la elasticidad, y no se descarta que el procónsul emprenda un camino similar.