viernes, 2 de mayo de 2008

LA DIVINIDAD DEL EMPERADOR

Desde que el Emperador surgió a la luz en Roma siendo todavía un oscuro funcionario del senado, sus seguidores supieron enseguida que era el Portador de los Sagrados Valores del Progreso. Y por eso lo seguían sin dudar, porque sabían que allí donde el Emperador se encontraba, allí estaba la justicia, la paz, la igualdad de género y la democracia en cualquiera de sus esencias. Y al señalar con su mera presencia el foco desde donde irradiaban todos estos Sagrados Valores, ocurrió que sus seguidores comenzaron a abandonar la senda del estudio y el pensamiento para alcanzarlos, y la sustituyeron por la absorta contemplación del Emperador, lo que les simplificó mucho las cosas. Pero ocurría que el Emperador mudaba con frecuencia de opinión, con lo que su posición variaba y con ella los Sagrados Valores. Y sus seguidores se desconcertaban, porque no les acababa de encajar que los Sagrados Valores estuvieran dotados de tanta movilidad. Y sucedió además que el Emperador se aficionó a decir una cosa mientras hacía otra, que con frecuencia era la contraria de la que decía que hacía. Y así ocurría a menudo que sus seguidores se postraban con veneración ante posiciones que su Emperador había abandonado subrepticiamente hacía tiempo. Y cuando se daban cuenta tenían que pasar a postrarse ante las posiciones contrarias, y todo ello pretendiendo que jamás habían mudado de lugar. Y es por eso que comenzaron a desconfiar de su memoria, que se empeñaba en decirles lo que ellos sabían que era imposible que hubiera ocurrido, y así dejaron de utilizarla. Y empeoraba la situación el hecho de que los seguidores del procónsul, como eran descreídos y poco predispuestos por naturaleza a gozar de la serena contemplación del Emperador, se obstinaban en mantenerse siempre en una misma posición, incapaces de entender que el mundo variaba con los movimientos del Emperador. Y así los seguidores del procónsul, al mantenerse tercamente en sus posiciones, se convertían en la memoria de la que los seguidores del Emperador habían decidido prescindir, por lo que éstos decidieron prescindir de igual modo de los seguidores del procónsul. Y así los encerraron dentro de lo que llamaron un cordón sanitario, y desde allí los suministraban a los leones del Coloseo. Y como así estaban las cosas el Emperador decidió, en bien de Roma, que la situación fuera consolidada mediante las leyes, y así fue reconocida oficialmente su divinidad. Y ahora es sabido que en sus frecuentes estancias en las catacumbas, donde se veía obligado periódicamente a refugiarse para evitar ser pasto de las fieras, el procónsul Mariano observaba todo esto y se admiraba de la sabiduría del Emperador, pero de eso hablaremos otro día.

5 comentarios:

- dijo...

Y como el procónsul no hace más que envidiar al Emperador y está como absorto en las catacumbas, sus seguidores amenazan con apoyar en los próximos comicios a la muy admirada Rosa Rosae.

Callo Tácito dijo...

Muy cierto. Oscuros nubarrones amenazaban al procondsul con motivo de los comicios europeos, pero él no se daba cuenta.Creía que él también era Dios.

c.hoyos dijo...

DOMINA CUPA dixit:

Salve Callo,

Bien dices, amigo Callo, que el Emperador cree ostentar la naturaleza de un dios; en concreto se cree hijo de Jano, el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Como él, es el emperador bifronte, esto es, con las dos caras mirando hacia lugares opuestos. Es el dios de los cambios y las transiciones, de los que traspasan sin miedo el umbral que separa el pasado y el futuro. Su protección, por tanto, se extiende hacia aquellos que desean variar el orden de las cosas. Como fiel hijo de Jano, se inventa el valor del dinero a su antojo y crea leyes contínuamente. Los discípulos del hijo de Jano, como bien dices no tienen memoria y cambian de opinión según cuál de las dos caras del bifronte personaje les esté mirando. El hijo de Jano no tiene un equivalente en Grecia, ni en ningúna otra tierra del ancho orbe. El emperador, puesto que se cree un dios, tiene restringido el paso a los que no siguen su culto, y para distinguirlos de los no-iniciados, les ha comminado a hacer un signo secreto a la entrada del templo tocándose una ceja con un dedo como diciendo "el dios me mira con su ojo celestial". Como los discípulos del dios no tienen memoria, éste ha creado una nueva ley llamada "de la memoria historicae" donde ha puesto los acontecimientos que conviene que éstos no olviden y que son los únicos que deben retener y relatar a quién les haga preguntas sobre un tiempo anterior.

Mientras tanto el procónsul, se ha rodeado de una nueva sibila que no profesa la religión del dios-emperador pero que mantiene al procónsul en un estado de letargo muy placentero para que no sufra con las penurias que empiezan a rodear su villa. Y se dice que el procónsul está tan encantado con las labores de la sibila, que ha relegado de sus tareas a sus siervo de más edad, y , éste que tenía la condición de liberto, se ha marchado de la villa para acabar sus días en tierras más fértiles.

Vale. D.C.

Callo Tácito dijo...

¡Ah querida D.C., me has aclarado un gran número de enigmas! Al fin entiendo ese extraño signo que los seguidores del Emperador realizan para reconocerse entre ellos, y ahora veo la relación entre la memoria histórica del Emperador y la desmemoria de sus fieles. Pero sobre todas las cosas entiendo la identificación con el dos de las dos caras, pues el Emperador retrocede mientras pone cara de avanzar, e involuciona en nombre del Progreso.

Vale C.T.

c.hoyos dijo...

DOMINA CUPA dixit:

No involuciona, Callo, lo del emperador es una desaceleración "progresiva" hacia el origen de todo.

Vale. D.C.