viernes, 9 de mayo de 2008

EL HECHIZO DEL ECÓNOMO

Finalmente Petrus, el ecónomo del Emperador, ha admitido que la escasez amenaza las arcas de Roma. Lo cierto es que el procónsul venía advirtiendo sobre ello desde los pasados comicios, y el Emperador se enfadaba con él y lo llamaba antipatriota, pero en cambio ahora no parece que ponga en duda el amor a Roma de su ecónomo. Y es que en estos tiempos las palabras cambian de significado según quien sea quien las utilice. Porque hoy mismo Máximo Mendácitor, responsable de la seguridad del Emperador, ha recomendado prevención contra el continuo goteo de bárbaros que se filtra a lo largo del limes, siendo sus palabras recibidas como un ejemplo de gran cordura y sabiduría, pero olvidando que cuando el procónsul hizo lo mismo hace pocas semanas fue puesto de vuelta y media.

En cualquier caso ahora el ecónomo se encuentra con serios problemas para manejar el erario de Roma. Porque ocurre que el Emperador es muy aficionado a usar el tesoro para ganarse el cariño de sus súbditos, especialmente el de los samnitas y sabinos, de modo que el ecónomo se ve obligado a pagar sin descanso, y es por eso por lo que es conocido como Petrus Solvens. Y este ecónomo goza de una gran reputación como gestor del tesoro, a pesar de que la última vez que tuvo a su cargo el de Roma dejó exhaustas sus arcas. Pero ocurre que los que se enfrentan con él encuentran muy difícil responder a sus argumentos, y se quedan como encantados mientras el ecónomo habla. Y hay quien opina que la explicación se encuentra en que el ecónomo es, además, un poderoso hechicero y que, cada vez que se pone a hablar sobre sextercios, emplea un tono monocorde, que es como una salmodia que va desgranando un sortilegio que cautiva a su oyente y anula su voluntad y aún su consciencia. Y esto debe de ser cierto, porque cualquiera puede observar que en cuanto el ecónomo comienza a hablar los rostros experimentan una transformación que consiste en que las cejas se alzan como intentando infructuosamente detener a los párpados que irremediablemente van descendiendo, mientras que la mandíbula inferior se va descolgando progresivamente. Y cuando el ecónomo deja de hablar parece que el sortilegio cesa, ya que es frecuente ver como el oyente experimenta un sobresalto y es incapaz de recordar las palabras que el ecónomo ha empleado, con lo que su facultad de argumentar queda muy mermada. Y esto es lo que, según dicen, ha permitido mantener hasta ahora el prestigio del ecónomo, a pesar de que las evidencias no parecen confirmarlo.

3 comentarios:

- dijo...

El ecónomo ha soltado uno de sus ladrillos y ha dicho que no irá al rescate del ídem.

Callo Tácito dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Callo Tácito dijo...

Salve Ostra. He seguido con mucha atención esta nueva intervención del ecónomo. Por lo que he podido entender, ha dicho que “se propone un absorber el exceso de oferta que se ha producido en los últimos años y volver a la realidad porque…” zzzzzz psssst.