Recién llegado de un largo viaje que me ha llevado más allá del limes, vuelvo a estar en Roma reencontrándome con mis asuntos cotidianos. Y tengo que decir que, aunque en el trascurso de mis peregrinaciones he visto y oído cosas que desafían la capacidad de comprensión de los hombres, nada supera en maravilla a los sucesos cotidianos de Roma. Y es que el comportamiento habitual de los romanos excede en singularidad a, por ejemplo, las costumbres de los sciapodos que habitan las áridas tierras meridionales, los cuales, dada la ausencia de árboles y las altas temperaturas de los lugares en que viven, se proporcionan sombra con su propio pie.
Y lo primero que me cuentan es que el Emperador ha consultado a un nuevo colegio de arúspices que practican un culto mistérico al que llaman demoskopia, llamándose ellos mismos demoskopos. Y se dice que estos demoskopos, tras contemplar el vuelo de unas aves, diseccionar las entrañas de otras, y escudriñar los cielos tormentosos para averiguar lo que Júpiter nos intenta decir mediante sus fulgores, han llegado a la conclusión de que el Emperador no es amado por sus súbditos. Y hay quien dice que, para llegar a esa conclusión, no hacía falta destripar pájaros ni contemplar el cielo bajo la lluvia con grave riesgo de su salud, puesto que les habría bastado con darse una vuelta por el foro. Y al decir esto se refieren a que en allí la gente se dedica, olvidando el respeto, la veneración, y el temor que el Emperador debería provocarles, a criticarlo abiertamente cuando no a insultarlo. E incluso hay quien por las noches se anima a pintar, armado con un carboncillo, bigotes en las efigies del Emperador, e incluso cejas que acentúan las que naturalmente lo adornan, dejándolas de este modo decoradas para diversión de los que la contemplan al día siguiente.
Y es que las arcas de Roma están exhaustas, y la gestión que el Emperador ha hecho de los asuntos económicos no ha contribuido a realzar su prestigio. Y el Emperador sabe que Roma está en bancarrota, y sabe que sus súbditos no lo aman, pero no acierta a relacionar ambas cosas. Y, considerándose incapaz para resolver lo primero, ha decidido poner freno a lo segundo. Y al ser consultados al respecto los demoskopos le han revelado que lo importante no es hacer algo sino hablar mucho. Y cuentan los que estaban allí que, mientras los demoskopos formulaban esta afirmación, se miraron entre ellos y exclamaron eureka, pues, afirmaron, acababan de descubrir la propaganda. Y, convencido y entusiasmado por la idea, el Emperador ha decidido otorgar plenos poderes al jefe de los pretorianos Rubor Calvus, que es llamado así en consideración a una virtud moral y a una característica física, respectivamente la capacidad para sentir vergüenza ante sus actos y la abundante cabellera, de las que los dioses no han querido dotarle. De modo que Rubor Calvus ha sido investido de los poderes extraordinarios de un dictator tal y como requiere la situación, y ha recibido el encargo de detener la pérdida de afecto de sus súbditos como sea, que es un añadido con el que el Emperador acostumbra finalizar sus frases. Y, bajo las órdenes de Rubor Calvus los pretorianos se han puesto a la acción y han emprendido inmediatamente dos tareas, consistiendo la primera en decretar una nueva persecución contra el Procónsul y sus seguidores. Y esto los ha cogido por sorpresa, porque el Procónsul había adivinado la táctica de los seguidores del Emperador consistente en echarles la culpa de todo. Porque cuando el Emperador era sorprendido negociando con los asesinos que habitan en tierras de los sabinos, el Procónsul era flagelado por practicar la crispatio; y cuando las arcas de Roma se vaciaban, el Procónsul era acusado de no tirar de la cuadriga; y si, con el fin de evitar nuevas persecuciones, el Procónsul se hacía el simpático, era inmediatamente denostado por aspirar únicamente al poder. Y es por esto por lo que el Procónsul permanecía oculto y sin atreverse a alzar la voz, lo que no le ha servido de nada ante esta nueva campaña de Rubor Calvus.
Y hay que decir que la segunda de las acciones que ha emprendido el Emperador y los pretorianos consiste en volver a negociar con los asesinos sabinos, pero de todo esto creo que habrá sobradas ocasiones de hablar en las próximas calendas.
miércoles, 3 de noviembre de 2010
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