martes, 30 de septiembre de 2008

EL FISCAL PARTICULAR

El leal Cánido Conde Pompilio, acusador particular del Emperador, subió ayer a la tribuna frente a un grupo de iudicis y les dedicó un solemne discurso en el que lamentó la falta de confianza de los ciudadanos en la justicia, y en el que se enorgulleció de que finalmente hubiera sido declarada proscrita la facción política de los crueles asesinos sabinos que llevan décadas ensangrentando Roma.

Y cualquiera que escuchase esto sin conocer a Pompilio lo encontraría muy puesto en razón, porque, por un lado, los pilares de una sociedad se tambalean cuando los ciudadanos no confían en sus iudicis, y, por otro, estos asesinos sabinos se presentan a los comicios con una mano extendida al frente para recibir fondos de las arcas públicas y la otra detrás de la espalda escondiendo el puñal con el que matan a los que no comparten su visión del mundo. Pero ocurre que, hasta hace pocos meses, el propio Pompilio criticaba airadamente a los que pretendían que la facción política de los asesinos fuera proscrita, y los acusaba de insensibles y de pretender confinar a los seguidores de los asesinos sabinos dentro de un reducto como si fueran vulgares reses. Y Pompilio llamaba a este reducto “guantánamo”, como el temible ergástulo creado por el legendario rey Arbustus.

Y con esto Pompilio defendía que los asesinos sabinos tuvieran voz en las instituciones romanas, de modo que ensalzaba a aquéllos y denigraba éstas. Y, mientras arrastraba por los suelos la dignidad de Roma, Pompilio presentaba pomposamente su propia toga manchada por el barro, como reclamando admiración por ser capaz de realizar cualquier trabajo encomendado por el Emperador, incluso los más sucios. Pero es que Pompilio acostumbra a presentar como virtud lo que es vicio empleando para ello una oratoria pomposa, y de ahí viene su nombre, y no del rey-sacerdote que sucedió a Rómulo, como creen algunos*.

Y ocurre que lo que ayer era para Pompilio una facción inmaculada, a la que no se podía recluir en un reducto ignominioso, ahora se ha convertido, en sus palabras, en un “tumor de etiología violenta”, lo que resulta de difícil comprensión pues si bien los asesinos sabinos pueden ser justamente calificados como una excrecencia maligna de la sociedad, la violencia en ellos no es etiología sino efecto. Y, en fin, todos estos manejos de Pompilio parecen justificar la desconfianza de los ciudadanos hacia la justicia de la que, como decía al comienzo de este comentario, se quejaba el propio fiscal particular.

* Aunque hay algunos que, de forma maliciosa, sostienen que el nombre de Pompilio proviene de haber ofrecido a Roma, con el trasero en pompa, a los asesinos sabinos.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

La comprensión del fiscal hacia la facción de los asesinos era bien conocida. “¿Pero esto lo sabe ya Pompilio?” exclamó escandalizado uno de esa facción cuando estaba a punto de ser enchiquerado.

Callo Tácito dijo...

Recuerdo ese episodio, Mucio. Se trataba de ese secuaz al que el Emperador se refirió como "hombre de paz"

Anónimo dijo...

Ave Callo.

En efecto, se trataba del pérfido Arnaldo, a quien el mismísimo Emperador describió, sin ni siquiera sonrojarse, como un homo de pax.

Arnaldo tiene un pasado, un presente, y probablemente un futuro, manchado por su apoyo al derramamiento de la sanguis de otros, nunca la de sus sicarios, e incluso se comenta por el Foro que sus propias manus se tiñeron de sanguis en alguna ocasión.

Pero cuando el Emperador pronunció esas infames verbum no nos pilló de nuevas pues ya había pronunciado otras verbum aún más infames cuando aseguró que el malvado Ignatius De Juana, aquel que dejó XXV mortuus en su camino, era un homo que estaba también en favor de la pax. De la pax de los sepulcrum añado yo. Claro, que por aquél entonces Ignatius se negaba a comer, que no a fornicar, para presionar al Emperador en su rogatio de abandonar la cárcer y volver a su paraíso sabino, cosa que consiguió a pesar de dar muestras de una admirable salud para alguien que lleva III meses pasando fames pero sin dejar de fornicar.

El caso es que en aquellos aciagos tiempos tanto el Emperador, como Bermículus, como Pompílio pusieron la iustitia a su servicio en vez de al servicio de los ciudadanos. Y no solo eso, sino que le cogieron el gusto y en ello siguen.

Salve.

Callo Tácito dijo...

En efecto, Apóstolos. Este trío formado por el Emperador, Vermículus y Pompilio ha dejado la Iustitia hecha unos vulpis. Y encima, después de provocar la natural desconfianza de los ciudadanos, Pompilio se lamenta de ella.

Lo peor es que con esta costumbre de decir hoy una cosa y al día siguiente la contraria, sus súbditos, con el fin de mantener la fe en ellos, han tenido que renunciar a la memoria, y ahora la tienen, la memoria digo, del calibre de la de los peces.

Ave

Anónimo dijo...

Sin embargo, oh Callo, los mismos que no recuerdan las infamias que cometieron hace un anuus, parecen tener, no una memoria de piscis, sino una asombrosa memoria de elephantus, para la bellum civilis de hace LXX anuus.

Anónimo dijo...

En realidad de elephantus tienen la imaginación más que la memoria pues han construído una fantasía de aquella bellum: la bona izquierda defensora de la democracia y la pérfida derecha golpista.

Callo Tácito dijo...

Así es. Los seguidores del Emperador renuncian a la memoria de lo que han vivido, y aspiran a la de lo que no han vivido. Y esta última, que llaman memoria histórica, la obtienen de fuentes tan fiables como las representaciones escénicas de los artistas, histriones y caricatos, convenientemente subvencionados por el Emperador. Y así “recuerdan” que la guerra ocurrió entre heroicos milicianos, por un lado, y oscuros terratenientes y malvados clérigos, por otro. Pero si son preguntados por cosas concretas como, por ejemplo, quien era Longo Caballero y qué cosas decía, demuestran una ignorancia equiparable a la de Suso de Taurus o el propio Emperador.