miércoles, 30 de abril de 2008

EL EDICTO DEL GOBERNADOR DE LAS ÍNSULAS

En el día de ayer el gobernador de las ínsulas baleáricas, miembro del Partido Imperial, evacuó un Edicto según el cuál en adelante la única lengua que podrá ser utilizada en las comunicaciones oficiales será el samnita. Y a partir de ahora todos los funcionarios de las ínsulas deberán emplear únicamente el samnita en todos sus escritos y documentos, y los ciudadanos que se dirijan a ellos en latín serán respondidos en esa lengua, y sólo si protestan mucho serán finalmente contestados en latín. Y también será necesario cambiar todas las señalizaciones de los edificios públicos para que sólo aparezcan en samnita, y en esto habrá que rogar a los dioses que no se produzcan incendios y la gente acabe corriendo hacia el fuego en lugar de hacia la salida, porque ya se cuenta que un romano que visitaba las ínsulas no entendió un cartel que proclamaba “vía cortada” en samnita y acabo despeñándose con su cuadriga por un precipicio. Y es que ocurre que las lenguas locales son utilizadas por los gobernadores como herramientas para diferenciarse del resto de Roma y poder recibir cuantiosas aportaciones del erario público a costa de esa diferencia. Y sucede que los gobernadores envuelven esta utilización de la lengua con los vistosos ropajes de la cultura y pronunciando sonoros discursos sobre el espíritu de los pueblos, y este afán por la cultura que acostumbran invocar se compadece mal con su ansia por proscribir simultáneamente el latín, y frecuentemente se compadece aún peor con los estudios que los propios gobernantes han cursado. Y estos gobernantes locales se cuidan también de que en las escuelas no se enseñe el latín, por más que los padres de los infantes protesten, y así sucede que se acaban creando diferencias reales donde antes no existían, y así los gobernantes acaban actuando como arúspices dedicados a la realización de sus propios augurios. Y en estos territorios, los que hablan latín reaccionan de muy distinta manera, pues mientras unos se enfadan otros intentan disfrazarse de samnitas o sabinos, según los casos, y fingir que adoptan sus costumbres, y los samnitas y sabinos se divierten mucho a costa de ellos. Y ocurre que muchas veces estos latinos disfrazados se convierten en más fanáticos que los verdaderos samnitas y sabinos.

Y, en suma, resulta que en ciertos territorios de Roma el status civitatis no resulta suficiente para garantizar la plena ciudadanía, sino que existe un status superior al que sólo pueden acceder las castas locales. Y así los que hablan latín en estos territorios tiene muy difícil acceder a los fondos y a los empleos públicos, aunque se les permite pagar impuestos igual que a los locales. Y los representantes del procónsul en las ínsulas han dado la callada por respuesta al Edicto, y tampoco el propio procónsul ha hablado, quizás temiendo que si lo hicieran dejarían de ser simpáticos.

martes, 29 de abril de 2008

EL GALENO MAYOR

Y estos días se comentan las ocurrencias del galeno mayor del Emperador, de nombre Bernatonus. De este galeno se dice que es hombre de gran ingenio y probada creatividad, y así lo demuestra la lectura de su currículum, y es también hombre de gran clarividencia y por ello fue uno de los primeros en proponer, con gran elocuencia, el reconocimiento oficial de la divinidad del Emperador. Pues bien este galeno ocasionó hace unos días gran alboroto en el foro al subir a la rostra presa de gran agitación y, tras realizar las preceptivas invocaciones a la paz, a la destrucción de Cartago y a la igualdad de género, proceder a anunciar entre grandes aspavientos que el óleo que se vendía en el mercado estaba envenenado. Y esto ocasionó gran alarma entre la plebe, porque no hay ingrediente más apreciado que el óleo en todo el Mare Nostrum, y a la alarma siguió la furia, y la multitud se dirigió hacia los puestos del mercado y fueron arrojados al Tíber a todos aquellos comerciantes que no habían sido lo suficientemente rápidos para guarecerse en las catacumbas en cuanto el galeno había comenzado a hablar, y después los enfurecidos plebeyos agarraron unas teas y salieron de la urbe encaminándose a las haciendas en las que se produce el óleo que, por esa razón, son propicias a arder con facilidad. Pues bien ayer el galeno volvió a aparecer en la rostra, pero esta vez alegre como una alondra y se burló de la plebe por haberse tomado en serio lo que, según explicaba ahora, no había sido más que una broma. Y mientras esto decía extrajo de entre los pliegues de su toga una pequeña ánfora conteniendo óleo, la alzó dramáticamente al cielo como para encomendarla a los dioses y se la bebió de un trago para demostrar lo infundado de la alarma de la chusma. Y cuando terminó de vomitar descendió del estrado y dio por zanjado el incidente, si bien todavía es visible desde Roma el humo de los incendios de los campos.

lunes, 28 de abril de 2008

EL EMPERADOR Y EL REY DE LOS FRANCOS

Se cuenta estos días que nuestro Emperador está muy celoso del rey de los francos. Y no por causa de sus respectivas mujeres, porque si bien este rey está casado con una mujer bárbara de largos cabellos negros conocida por ello como La Bruna, es de todos sabido que a los ojos de nuestro Emperador no hay otra mujer sino aquella con la que permanece unido por los sagrados vínculos matrimoniales desde el día en que la vio defenderse de la lluvia con una toga amarilla. Y es este rey de los francos de pequeña estatura pero muy resuelto y decidido, y fue elevado sobre su escudo y nombrado rey contra los expresos deseos de nuestro Emperador, como viene ocurriendo en muchas otras ocasiones con otros reyes de fuera del limes. Y desde entonces parece que este rey se regodea en llevar la contraria a nuestro Emperador, y se las arregla para salir airosamente de situaciones complicadas en las que nuestro Emperador se enreda invariablemente, y así ha pasado ahora con el asunto del navío romano secuestrado por piratas numidas. Porque nuestro Emperador ha pagado un rescate en oro a los piratas para que liberen el dicho navío, y en esto el rey de los francos hizo lo mismo cuando otros piratas secuestraron un navío franco, pero para mandar inmediatamente después un trirreme fuertemente armado en persecución de los piratas, que los capturó y consiguió recuperar el oro pagado. Y quizás nuestro Emperador tenía intención de hacer algo parecido y ya había mandado también allí un trirreme, pero los piratas, una vez cobrado el oro, tuvieron la prudencia de hacerse a la mar durante la noche sin esperar a que se hiciera de día, quizás sabiendo que dado el carácter divino de nuestro Emperador el sueño es sagrado para él. Y así, como viene ocurriendo cada vez con más frecuencia, Roma ve como dentro y fuera de sus fronteras va perdiendo el respeto que antaño inspiraba su nombre, mientras que el prestigio del rey de los francos crece sin parar. Y hay quienes culpan de esto a la ineptitud del embajador máximo del Emperador, llamado el Mauritino por su afición a las tierras allende el Mare Nostrum, y que se hizo celebre por un elocuente discurso que pronunció en la lengua de los salvajes numidas, y que fue comparado por su elocuencia con los de Cicerón.

p.s. Salve Domina Cupa, de muy gentil aspecto y singular toga de madera, y salve Hétero Máximo. Sed bienvenidos y sabed que estoy abrumado por vuestro recibimiento. En estos tiempos en que los bárbaros no sólo presionan a lo largo del limes sino también desde su interior, es preciso que sepamos contar los acontecimientos, algunos heroicos, la mayoría incomprensibles y con mucha frecuencia insensatos, que ocurren en esta Roma de nuestros días. Quizás así ayudemos a que se abran los ojos de nuestros conciudadanos, que con demasiada frecuencia parecen ciegos, y consigamos entre todos evitar el derrumbamiento que parece avecinarse o, al menos, servir de comprensión y edificación para tiempos venideros.

sábado, 26 de abril de 2008

LA SIBILA DE CUMAS

Contábamos ayer cómo el procónsul Mariano había decidido ser más simpático con el fin de ser tan querido como nuestro Emperador. Y ocurre que esta nueva medida no había sido recibida de igual forma por todos sus generales, pues mientras unos se habían apresurado a adoptarla, y se habían puesto a repartir abrazos y palmadas en la espalda y a sonreír con tal vehemencia que parecía que sus quijadas habrían de desencajarse, otros, y en especial las pretorianas del norte, que llevan años oponiéndose a los sabinos con una valentía que no se veía en Roma desde los tiempos de los Escipiones, mostraban poca predisposición a ser amables con quienes tanto empeño ponen en acabar con ellas. Y así estaban los generales del procónsul, unos siendo simpáticos y otros no, cuando inopinadamente la sibila de Cumas, persona de la máxima confianza del Emperador y la segunda en el mando de Roma, ha emitido un nuevo edicto de persecución contra ellos. Y es esta sibila persona enteca y áspera tanto a la vista como al oído, pues se empeña en dirigirse a sus oyentes regañándolos con un tono más apropiado para impúberes que para adultos. Y tiene esta sibila una ingente colección de togas, túnicas y clámides de la más exquisita factura, y hay quien por su cuidado en el vestir y por su capacidad para la intriga política compara a la sibila con la misma reina Cleopatra, y otros están de acuerdo en que existe cierto parecido con esa reina pero tal y como se encontraba varios años después de que fuera mordida por el áspid y fuera sometida al tratamiento que los egipcios reservan a sus difuntos. Y el motivo invocado en este nuevo edicto de persecución no es de fácil comprensión, pues la sibila acusa al procónsul y sus seguidores de ayudar a una banda de criminales que desde los pasados comicios gobiernan algunas ciudades del territorio dominado por los sabinos. Y es muy sorprendente de escuchar esta acusación ya que en realidad fue el Emperador, apoyado por las expresas y vehementes palabras de la propia sibila, quien permitió que la tal banda de criminales se instalara en esas ciudades que ahora gobiernan y recibieran fondos del erario público para llevar a cabo sus actividades delictivas, y todo ello contra la airada protesta del procónsul y sus seguidores. Y es por esto que la comprensión de la argumentación de este edicto no es asequible a la mera razón, sino que parece reservada únicamente a los iniciados en la fe en la divinidad de nuestro Emperador. Y en esta nueva persecución, como en todas las anteriores, la sibila ha contado con la ayuda de un torvo personaje, también de la máxima confianza del Emperador, conocido como Cucúmbero Albo pero de éste hablaremos otro día.

viernes, 25 de abril de 2008

LA SIMPATÍA DEL PROCONSUL

Estos días el procónsul Mariano ha ido manifestando a todos aquellos que le han prestado sus oídos que en adelante él y sus seguidores serán mucho más simpáticos. Ocurre que el proconsul llevaba tiempo enfrentándose a los samnitas y a los sabinos porque prohíben a los comerciantes anunciar su género en latín. Y sucede que si bien el samnita es parecido al latín, el sabino es de dificilísima comprensión, por lo que aquellos que pasan por delante de los establecimientos y ven los anuncios en estas lenguas no tienen manera de saber lo que en ellos se vende hasta que ya están dentro. Y así ocurre que alguno que quiere comprar aceite se mete por error en un establecimiento que vende clámides, y acaba comprándose una que no necesita por vergüenza de salir con las manos vacías. Y también ocurre que viajeros que buscan una panadería se meten, sin saberlo, en un lupanar, o al menos así lo cuentan a sus matronas. Y por ello hasta ahora el procónsul Mariano había venido quejándose de esta situación, con lo que los samnitas y sabinos han acabado cogiéndole manía y los seguidores del procónsul no son bien tratados por éstos. Y ocurre que por el contrario nuestro Emperador goza de gran simpatía entre samnitas y sabinos por las dádivas y prebendas que sin interrupción les dispensa, y todo ello ha acabado afectando al procónsul. Y lo cierto es que la situación no esta equilibrada entre el Emperador y el procónsul, porque éste no sólo resulta antipático sino que es de gesto adusto, mientras que el Emperador no sólo se muestra con una sonrisa perenne sino que además es Dios. Esta condición divina del Emperador fue reconocida oficialmente mediante un decreto en los pasados idus de marzo, pero era algo que todos sus seguidores venían reconociendo tácitamente desde hace tiempo. Y así parece que el procónsul ha llegado a la conclusión de que la única manera de competir con el Emperador es seguir sus pasos, y ya ha comenzado a pedir a sus seguidores que crean no en la fuerza de sus argumentos sino en el fulgor de su divinidad aunque de momento no acaba de tener éxito en esta empresa. Y también ha decidido mostrarse más cordial y campechano, especialmente con los samnitas y sabinos, y ya no se acuerda de los carteles de los establecimientos y ha comenzado a adoptar una sonrisa a imagen de la del Emperador, y en esto ha sido seguido de forma entusiasta por algunos de sus pretorianos del norte, a pesar de que tampoco acaban de cuajar estos intentos y por el momento algunos maledicientes se refieren a él al verle prodigar tanta simpatía forzada como Mariano el del Rictus de Marzo.

jueves, 24 de abril de 2008

EL ACUEDUCTO DE LOS SAMNITAS

El caudillo de los samnitas ha proclamado que quiere ser él quien contrate a quienes van a construir el acueducto que llevará agua del Tiber a sus ciudades. Es este caudillo un hombre de aspecto afable que se expresa con gran dificultad tanto en latín como en el habla samnita, abundando en silencios y vacilaciones y generando gran desconcierto en el oyente, defecto que él atribuye a la opresión que los samnitas vienen sufriendo por parte de Roma desde los tiempos de Pirro. Y la historia de este acueducto es esta. Que los samnitas se habían opuesto a que se construyeran otros iguales que llevaran el agua desde los ríos del norte de Roma hasta Apulia y Calabria, permanentemente necesitadas de agua. Y los samnitas habían alborotado y habían dicho que los acueductos insultaban al espíritu de los ríos, y que los de Apulia no usaban el agua para beber o regar, sino que la desperdiciaban en las termas, que ya se sabía cómo habían sido los de Sibaris con sus desmesurados refinamientos. Pero sucede que este pasado año fue poco pródigo en lluvias en Campania, y las ciudades samnitas comenzaron a padecer escasez de aguas. Por eso, hace unas semanas nuestro Emperador, gran amigo del caudillo de los samnitas, decidió construir un acueducto, pero no hacia Apulia y Calabria, sino hacia tierras samnitas. Y para que los apulianos y calabreses no se sintieran agraviados, lo hizo en secreto, de modo que cuando los viajeros que venían de la Campania contaban que los arcos de un nuevo acueducto se alzaban ya contra el cielo, echó la culpa al procónsul Mariano y echo un cierto número de sus seguidores a los leones para que sirvieran de escarmiento. Finalmente, ante la abundancia de viajeros y la mayor prudencia mostrada al esconderse por los seguidores de Mariano, el Emperador afirmó solemnemente que la obra no era un acueducto, sino un monumento a Júpiter. Pues bien, ocurre que este acueducto tenía que ser construido con dinero proveniente de las arcas de Roma, y el caudillo samnita se vanaglorió de no tener que desembolsar un solo sextercio. Sin embargo ahora, como se ha dicho, este caudillo desea ser él quien elija a los constructores. Y hay quien dice que esto se explica por el “III de cada C”, lo que quiere decir que de cada cien sextercios que reciben los constructores de las arcas públicas deben reembolsar tres al caudillo samnita, pero de todo esto no se más de lo que se dice.

miércoles, 23 de abril de 2008

EL DRUIDA DE LOS SABINOS

Roma, año 1213 ab urbe condita
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Con lo aquí escrito, yo Callo Tácito, liberto y escriba a sueldo del pretor, inicio una serie de crónicas que sirvan de ilustración a los lectores futuros, los cuales podrán así tener conocimiento de las maravillas que acaecen en esta ciudad que, aún estando amenazada por los bárbaros que se asoman a lo largo del limes, continúa siendo el centro del mundo.
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Ayer ascendió a la rostra un oscuro personaje, de nombre Juan Josué, con cejas inclinadas como tejado de compluvio y verbo encendido pero difícil de seguir. Este Juan Josué es el druida de los sabinos, una secta que, según proclamó orgullosamente, habla en nombre de una tribu que lleva siete mil años viviendo en los valles montañosos del norte de Roma, resistiéndose a su benéfica labor de civilización. El tal druida Juan Josué es el sucesor de otro venerado por los sabinos cuyo nombre, Abiectus Arzaius, delata su estirpe romana. Pues bien, el propósito de este druida era declarar la fraternidad de los tales sabinos con los habitantes de una remota, y aún más montañosa, región del Catay, aún por descubrir. Se cuenta que los habitantes de estas regiones, que son conocidos como los tibetanni, son de naturaleza pacífica, escasos de pelo y acostumbrados a andar envueltos en vistosas túnicas del color del azafrán. Y este Juan Josué, también escaso de pelo, proclamó que su pueblo era igualmente pacífico, a pesar de que los informes de las mencionadas legiones insisten en la existencia de secuaces entre los sabinos que se dedican a extorsionar, amenazar y degollar a los que no acatan la sagrada voluntad de la tribu, expresada por boca de su druida. En esto, el tal Juan Josué se parecería, no tanto a los dichos tibetanni, sino al Viejo de la Montaña, aún por descubrir.