jueves, 30 de octubre de 2008

EL ARCANO ETRUSCO

Esta semana ha sido noticia el dispendio de dos millones de sestercios del erario realizado por el gobernador de los etruscos para arreglar el palacio en que ejerce sus funciones. Y hay que decir que tanto los ciudadanos etruscos como los del resto de Roma se han alarmado por lo excesivo de este gasto realizado a sus expensas, y más aún cuando se han enterado de que medio millón de esos sestercios se han dedicado, exclusivamente, a la compra de mobiliario del despacho del gobernador, es decir, una silla aquí y un triclinium allá. Y como, a fin de cuentas, son los ciudadanos los que proporcionan, no sólo el oro para el fisco, sino también sus votos en los comicios, la portavoz de finanzas del Emperador, pues hay que decir que el tal gobernador de los etruscos es de su misma facción, ha tenido que salir a dar explicaciones. Y así, actuando como un oráculo al que los dioses estuvieran poniendo palabras extrañas en la boca, ha dicho que esos gastos no son más que “el chocolate del loro”.

Y si con esto pretendía tranquilizar a sus oyentes, hay que decir que los ha dejado aún más intranquilos, porque ellos creían que se estaba hablando del gobernador y de sestercios, y, al no saber qué es chocolate y qué es loro, dudan sobre el sentido que debe darse a esta misteriosa revelación. Y hay algunos eruditos que se han apresurado a dar una interpretación mitológica, diciendo que el loro, como el alacanto, es una mítica ave que se alimenta de oro, estando éste alegóricamente representado por el chocolate. Y según esta interpretación, las palabras de la portavoz de finanzas del Emperador serían meramente descriptivas aunque simbólicas, pues estaría limitándose a decir que el actual gobernador de los etruscos es, en realidad, un pájaro legendario que se dedica a engullir oro proveniente del las arcas públicas.

Pero hay otros que sostienen que con lo del chocolate y el loro la portavoz délfica estaba queriendo hacer referencia a que esa cantidad utilizada por el gobernador es, en realidad, insignificante en relación con el total de dinero público que maneja, por lo que no hay razón para hacer tanto ruido. Pero, si se piensa bien, esto no hace más que empeorar el asunto, pues debemos tener en cuenta tres cosas. En primer lugar, que si para realizar una tarea elemental como es el decorado de su despacho, el gobernador emplea una cantidad, digamos, cincuenta veces superior a la que usaría un ciudadano común, resulta que su capacidad como gestor y mandatario de los ciudadanos es muy deficiente, lo que es motivo suficiente para alarmarlos. En segundo lugar, que puesto que, efectivamente, ese gasto que ha salido a la luz representa una fracción mínima del total manejado por el gobernador, los ciudadanos podrían estar tentados de extrapolar este despilfarro detectado, desde la fracción al total, y entonces la preocupación crecería aún más. Y en tercero, que, puesto que ni el gobernador ni la portavoz encuentran preocupante el dispendio realizado, esto quiere decir que su sensibilidad a la hora de manejar el dinero encomendado por los ciudadanos es aún más deficiente que su capacidad como gestores. Esta interpretación, por tanto, podría considerarse profética, pues estaría destinada a revelar, aún de un modo tortuoso, la escasa idoneidad del gobernador, y de la propia portavoz, como mandatarios de los ciudadanos.

Y sin embargo los políticos parecen haber cobrado afición a este argumento del chocolate y el loro. Y hoy mismo Lammunar, cuyas hazañas son tales que también parecen mitológicas, ha declarado que el hecho de que el portavoz del gobierno de las ínsulas, perteneciente a su facción, esté siendo atendido por los tribunales y, previsiblemente, vaya a dar con sus huesos en el ergástulo, también es un asunto de importancia menor.

viernes, 17 de octubre de 2008

LOS ILLUMINATII

Y es sabido que existe una secta secreta en Roma cuyos miembros, que aparecen esporádicamente entre nosotros, se ven a sí mismos permanentemente alumbrados por un rayo de luz proveniente de los cielos que los diferencia de los demás mortales, por lo que son conocidos como los illuminatii. Los illuminatii conciben el mundo como un gigantesco escenario dispuesto por los dioses para su personal lucimiento. Pero a diferencia de los ordinarios escenarios de los teatros, en los que el público se sitúa en sus escaños, separado de los actores por la orquesta y el proscenium, en el escenario de los illuminatii no existe una separación entre éstos y el público, sino que éste queda integrado en la función. Y de este modo el espectador queda integrado en el coro y condenado a vagar siguiendo las ocurrencias del illuminatus de turno, ya opte éste por la comedia o por la tragedia, y sin la posibilidad de levantarse y marcharse a su casa si la representación no es de su agrado. Porque estos espectadores devenidos coro son personajes completamente irrelevantes en la obra representada por el illuminatus, y eso a pesar de que éstos acostumbran a declamar, con sonoras voces, que el motor de sus actuaciones es, precisamente, el interés del coro. Pero, lo cierto es que éste carece de importancia en la trama diseñada por el illuminatus, por lo que sus integrantes se ven obligados a deambular por el escenario siguiendo las circunvoluciones del aquél hasta que finalmente cae el telón, lo que con frecuencia ocurre sobre sus cabezas.

Así pues, la realidad que rodea a los illuminatii es un mero decorado, y eso trae consigo dos consecuencias. La primera, que cuando el público se asoma detrás de ella comprueba, con sorpresa y desilusión, que no hay nada, pues todo el esplendor del illuminatus se reduce a armazones revestidos con vistosas telas. Y la segunda, que, como los illuminatii entienden que toda la realidad es decorado, acostumbran a mostrar un olímpico desdén hacia los desperfectos que sus actuaciones ocasionan en ella. Y así, por ejemplo, hubo hace unos años hubo un famoso illuminatus, que con sus enérgicas actuaciones acostumbraba a devastar aquello por donde pasaba, pero aquellas fueron tan impactantes que aún hoy la gente utiliza su efigie para decorar sus clámides. Y también hay quien afirma que el propio Emperador es también uno de estos illuminatii.

Y hoy ha hecho acto de presencia un nuevo illuminatus en el foro, que interpreta su papel disfrazado de iudex. Y parece que la tragedia que se propone protagonizar convertirá a Roma en un escenario abundante en tumbas abiertas, huesos removidos y rencores resucitados, pero él se deslizará por encima de él elevado sobre unos coturnos y declamando frases solemnes con voz chillona, para terminar alcanzando la gloria en las lejanas tierras del norte, allá donde habitan los variegos. Y de momento, el programa de la obra ya ha provocado que parte del público tenga que pasar por el vomitorium.