Se habla en estos días de un singular episodio que, según dicen, consistió en lo siguiente. Que se presentó en el Foro el antiguo gobernador de los Oscos acompañado por un visitante de más allá de la Tingitana. Y, tras propiciar a los Dioses, y pronunciar la fórmula, habitual en los miembros de la facción del Emperador, “Proconsulem esse delendam”, que tan buen resultado dio al severo Catón en su campaña contra Cartago, presentó a su acompañante, y dijo “nosotros somos iguales, como Castor y Pólux, pues es más lo que nos une que lo que nos separa”. Y al oír estas palabras quedaron los asistentes perplejos, pues el gobernador es un hombre de tez sonrosada, mientras que el visitante era un númida más negro que un tizón. Y por eso es posible que las palabras del gobernador tuvieran significados más profundos, y por eso creo que es necesario hablar un poco más de él.
Y lo primero que hay que decir es que este gobernador es un hombre tan querido por la gente que, en ocasiones, le han llegado a donar ínsulas. Y se cuenta que en una ocasión, apesadumbrado por la aridez de las tierras que gobernaba, se dirigió a las sacerdotisas de Ceres para pedirles que mediaran ante la Diosa y ésta concediera a esas tierras el don de la fertilidad. Y se dice que, no sólo ofreció realizar ingentes sacrificios, sino que incluso prometió a la diosa entregarle su propia vida, pues este gobernador es tan abnegado que, según dice, prefiere morir antes que matar. Y se cuenta que la Diosa, conmovida por la solicitud del gobernador, le concedió parcialmente su deseo, pues, si bien sus tierras continúan igual de yermas, al menos brotó pelo sobre su cabeza, que hasta entonces había sido no menos árida que éstas. Y es por esta magnanimidad por lo que el gobernador recibe el nombre de Bonus.
Y también hay que decir a favor de Bonus que es una persona tan llana y campechana, que, a pesar de ser más rico que Craso, le gusta presentarse, como si de un nuevo Graco se tratase, como un amante y defensor de la plebe. Y es por esto que le gusta adoptar las costumbres agrícolas, lo que le ha llevado a hablar con la rusticidad de un servus. Y por eso, en tono de burla sus detractores lo llaman el maestro de la aticidad, o, para abreviar, Bono el Ático. Y estos detractores dicen que esta campechanía no es más que una máscara, similar a las que usan los actores del teatro, y que lejos de pertenecer a la plebe es, en realidad, un equite que cuenta con una nutrida cuadra.
Y en cuanto al númida, recibe el nombre griego de Teodoro, o regalo de los dioses. Y dicen los que lo conocen que acostumbra a disfrutar de todos los bienes que lo rodean, bien se los hayan regalado efectivamente los dioses, o se los haya apropiado él por su cuenta. Pues dicen que trata a sus súbditos con gran severidad, y, mientras estos viven entre grandes privaciones, Teodoro vive rodeado de lujos exquisitos. Y, si bien en apariencia ha adoptado el sistema de comicios romanos, lo utiliza exclusivamente como el método más sencillo de detectar a aquéllos que se oponen a sus designios. Pues, en cuanto convoca estos comicios, y algún incauto se presenta a ellos, aparecen inmediatamente los pretorianos de Teodoro que, sin más ceremonia, lo llevan, en el mejor de los casos a la ergástula.
El caso es que allí estaba Bonus presentando como un hermano al oscuro antropófago, y, como he dicho los asistentes intentaban encontrar las semejanzas. Y es posible que, en breve, el propio Bonus lo aclare con su tono habitual. Pero mientras tanto los maledicentes comentaban que quizás las diferencias no fueran tantas.
lunes, 14 de febrero de 2011
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